martes, mayo 27, 2008

WOW: Propuesta de informe para seminario de metafísica con P. Oyarzún.

Desde de los conceptos Conato y Clinamen;

Una aproximación estética a la relevancia y significado filosófico del uso de la imagen en el pensamiento de Spinoza y Lucrecio.

“un concepto no es más difícil, ni más fácil de comprender que de mirar una imagen”

(Gilles Deleuze, Mil mesetas)

Comenzaré situando –a partir de lo planteado en el curso Metafísica V- los conceptos de conato y clinamen, desde lo que prima facie une las respectivas filosofías donde aquellos se gestan. Encontramos en esa ‘unión’, una suerte de apuesta por la experiencia, sensibilidad, y cuerpo; en el epicureismo como teoría de la experiencia en vistas a una terapéutica, y en Spinoza como “filosofía práctica”. Dicho de otro modo, es desde este lugar que se ha postulado como ‘común’ dónde se generan ambos pensamientos y conceptos, los cuales (los conceptos), a su vez se manifiestan como constituyentes de rasgos definitorios y fundamentales del espíritu filosófico al cual pertenecen.

En segundo lugar, es dentro de estas mismas filosofías, donde los conceptos se presentan como inestables, es decir: dan cuenta de un movimiento. Entendiendo éste, al mismo tiempo, de modo dual ya que se daría por un lado, en sí mismo –en vistas a que son conceptos móviles dentro del pensamiento al cual pertenecen-, como en relación, en la medida que dan cuenta de un lugar o espacio en su contenido teórico. En otras palabras, generan una propuesta vital; producen y son movimiento, se tratan y se constituyen como movimiento. Es decir, ponen en circulación una teoría que nace desde sus potencialidades originales. Los conceptos, entonces ‒móviles, auténticos e inmanentes‒ se ubican en la experiencia misma, en lo que hay, y en lo que hemos llamado ontología de la inmanencia o –desde Deleuze- el devenir.

“Es una falsa alternativa la que nos hace decir: o bien se imita o bien se es. Lo que es real, es el devenir mismo, el bloque del devenir, y no términos que se supone fijos, en los cuales pasaría aquel que deviene.”[1]

La lectura que propongo se basa entonces en el uso de la imagen como recurso filosófico, no auxiliar del concepto, sino como apariencia y experiencia misma de éste; como cuerpo o accidente coexistente a la teoría. Una filosofía también en movimiento que, de cierto modo, se vincula con el plano de inmanencia directamente en tanto:

“El plano de inmanencia no es un concepto pensado ni pensable, sino la imagen del pensamiento, imagen que el pensamiento se da de lo que significa pensar, hacer uso del pensamiento, orientarse al pensamiento” [2]

Aquel ‘arte de crear conceptos’ es también la inmanencia de la filosofía que Nietzsche postula como la filosofía en un tiempo del eterno retorno. Esto refiere precisamente a una ontología de la diferencia, en tanto no se articula como una teoría sobre el ciclo o dialéctica, sino de modo circular. Es decir, en la filosofía no hay realmente un verdadero comienzo filosófico (diferencia) sino que se manifiesta en sí mismo como una repetición. Se constituye como una forma de devenir círculo, y no ciclo, donde, si bien se atestigua la impotencia para comenzar verdaderamente, también, simultáneamente, la repetición auténtica.[3]

Aquel devenir de la misma filosofía es a su vez un devenir de los conceptos que la mueven. En este caso, clinamen y conato al tratar -en todo sentido- de movimiento, se dan, tanto en el epicureismo como en el spinozismo, de manera compleja y coexistente en sus posibles dimensiones. Refiero con esto, por un lado, al epicureismo, donde en primer lugar se propone un acceso semiótico a lo no manifiesto desde lo manifiesto, sin por eso aislar o jerarquizar ambos modos. Y en segunda instancia, se postula el movimiento como accidente de los seres sensibles y propiedad de los átomos; en otras palabras, que no es posible de ser percibido de modo infrafino, sino sólo como accidente en lo manifiesto. Por otro lado, Spinoza, aunque no reduce el pensamiento a la extensión, ni a una superioridad del cuerpo sobre el espíritu, postula que nos componemos de cuerpo y espíritu, de materialidad y alma, dimensiones que no se comprenden como partes aisladas, sino que cada una tiene un lugar específico y determinado que funciona paralela y necesariamente, respecto a la otra.

“Lo que es acción en el cuerpo, es a la vez acción en el alma, y lo que es pasión en el cuerpo, es también necesariamente, pasión en el alma”[4]

Entonces, la filosofía como creación de conceptos móviles, es a su vez la experiencia y movimiento de ellos. Tanto Lucrecio como Spinoza despliegan el contenido de su pensamiento no ya desde la imagen como metáfora, sino desde la literalidad de aquella para, como diría Spinoza en su Ética, “entender esto con claridad”[5]. Dicho de otro modo, el recurso de la imagen, además de ser concientemente un modo claro y eficaz de acceso al concepto filosófico, ya no escapa de la cosa misma en la que se ve representado -en pos dar con el contenido de un pensamiento-, sino que vuelve a la materialidad de ella en la densidad de su superficie; se deviene el concepto mismo en la profundidad de su apariencia. No se distancia del concepto inteligible como extensión adjunta y causal, sino que, se articula en un paralelismo, es decir, coexiste como dimensión sensible en relación con él; deviene imágenes del pensamiento.

¿Acaso no ves también que cuando se abren las barreras, por un instante, el celoso vigor de los caballos no puede prorrumpir tan súbitamente como su mente codicia?[6]

Entendemos de este modo al clinamen ya no ejemplificado a través del titubeo del caballo antes de correr, sino como el devenir clinamen del titubeo del caballo. No entendemos el conato desde su metáfora del niño que se interesa por un caballo alado, sino que es presente el conato en él.

A través de este trabajo pretendo profundizar en la densidad de la superficie y pensar desde el cuerpo, la necesidad de la experiencia para la libertad[7] y la profundidad de las apariencias en las imágenes como contenido filosófico. De cierto modo, hacer énfasis en lo que postulamos en clase como, ontología del accidente en el epicureismo y la revalorización del cuerpo en Spinoza –sin por eso agotarse en él. Así desde lo que Deleuze llama “Spinoza materialista”[8], y a través de la teoría de la experiencia que es el epicureismo, postular un potencial acercamiento estético a los autores en los respectivos conceptos.



[1]Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, Mil Mesetas, p 291

[2]Deleuze, Gilles y Guattari, Felix ¿Qué es la filosofía?, p.40

[3] Cf. De la ponencia de Gabriel Castillo en Espesores de Superficie, Literal: lo posmetafórico en Deleuze y Sloterdijk. (Deleuze, Gilles, Diferencia y Repetición)

[4] Spinoza, Ética, Escolio III.

[5] Idem, p. 12 al referirse a la imagen del niño que a su vez imagina un caballo alado.

[6] Lucrecio, Rerum Natura, Traducción por Pablo Oyarzún. (265)

[7] Idem, p. 128 “Si los hombres no tuviesen experiencia de que hacemos muchas cosas de las que después nos arrepentimos, y de que a menudo, cuando hay en nosotros conflicto entre afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos lo que es peor, nada impediría que creyesen que lo hacemos todo libremente.”

[8] Deleuze, Gilles, Spinoza: Filosofía Práctica, Fábula Tusquets Editores, Buenos Aires, 2006.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Hola!, creo a pesar de todo lo que alguna vez se ha escrito en tanta historia que finalmente las palabras solo apuntan hacia la realidad, pero no son la realidad.
es como dijera un maestro Zen sobre el zen, es un dedo apuntando hacia la luna, así que hemos de cuidarnos de confundir al dedo con la luna. muchos saludos y ánimos!
Jaime Gubernatti

2:05 a. m.  
Blogger Unknown said...

Holaa; Agripada? desapareciste de pronto! bueno espero vengan más posts se extrañan, a abrigarse !
Saluditos
Jaime Gubernatti

4:07 p. m.  

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