jueves, julio 06, 2006

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La raza quiltra fue supuestamente exterminada de Santiago Centro.
En metro, nos aproximamos a un destino conocido, sin esperar nada novedoso, subimos por la escalera y vemos una mirada ajena, indefinida, mezclada, no sabemos si estamos observando a un perro o a un indio de piedra.
Quiltros; el que no es de raza.
Una vez caminando entre los tableros de ajedrez, la comunidad peruana, el fotógrafo de ponys, los retratistas, restaurantes, palomas, adoquines, escaños... etc., nuestra piel se hacía multicolor, los ojos se achinaban, el tórax crecía, se acortaban las piernas y un idioma alienado salía de nuestras bocas.
No identificadas con nada y adaptadas a todo, se hacía presente nuestro delirio quiltro.
Entre palmeras y olor a ciudad, en cuatro patas y con hambre, aparecimos dentro de un espacio bastardo donde éramos unas más del montón.

Espacio atiborrado de mesas, cocina a la vista, movimiento constante, discursos mecánicos, olores grasosos y cálidos, fútbol mundialero y todo un personal dispuesto a atender nuestro pedido.
Presa sobre el plato, cubierto en mano, cola en alto. Provecho

Caminábamos en cuatro patas, iríamos a descansar cerca de la Catedral.
Escuchamos unos aullidos cerca de una esquina, más allá del gentío habitual que desborda los rincones de la que, otrora, fue la síntesis del pueblo santiaguino.
Un mastín napolitano y un compatriota quiltro se arrancaban las entrañas; pelea de perros.

Sobre aceitunas negras ambos canes desgarraban sus cuellos, mordían sus orejas, se sacaban los ojos. Salsa desparramada cubría no solo sus cuerpos, sino también a la masa que observaba atenta el acontecimiento.
Cayeron ambos. Luego de varios minutos estáticos y en silencio, el olor a putrefacción quesosa, comenzaba a expandirse en el antro.
Momentos después, despierta una mirada, lo sigue su pata, su cola, su espalda. La espina dorsal levanta el cuerpo, el cuerpo a la intención y se arrastra hacia “el otro”.
Mete su hocico en el costado y al no recibir signos vitales;
Presa sobre el plato, cubierto en mano, cola en alto. Provecho.
Los quiltros no comemos comida envasada.
Comemos las sobras, las grasas, los huesos, quesos, besos..
Comemos de los basureros, y en platos de cartón.
Nos desplazamos por la ciudad, perseguimos autos, ladramos a los otros, y comemos de su trabajo.
Nos reímos ante los miedosos,
Nos burlamos de los inscritos,
Nos apropiamos de su espacio y protegemos la “raza cósmica”.

Acá es difícil saber quien es quiltro y quien no…
Se quiebran costillas, se extraen interiores, se rasgan espinazos,
Y es así como se alimenta al pueblo.