escritos industriales desde el hermetismo aparente

Cerro en Blanco y Negro
Estos huecos, desplazados matemáticamente a la redonda, se ordenan y urbanizan, se tiñen rojizos-románicos, y ubican en media luna bordeando la plaza. Son los mismos contenedores, que ahora invertidos, no soportan líquido, sino que abrazan en cruces, nichos y jardines naranjos, el polvo blanco que voló desde el cerro.
Solo quedan mínimas partículas de aquella piedra, que, al igual que las tacitas, se ha institucionalizado y materializado en el palacio de gobierno.
El cerro resiste, se deja contener y se esconde; tapado tras los arcos, desde el psiquiátrico, entre lo pabellones y yace ensombrecido por el San Cristóbal.
Se viola.
Se viola con pavimento, antenas telefónicas y faroles, con permisos de acceso del metropolitano y jardines sintéticos en su falda.
El cerro se queda, se aísla y se ignora; pirca sobre maya sobre reja sobre juegos, y reja nuevamente. Así se diagnostica y controla el desplazamiento esencial del cerro en la necesidad urbana del ‘desocultar provocante’; desenterrar la gruta mapuche, fermentarla en una ermita colonial en la cumbre, desplazarla hacia sus faldas en capillas de adobe -
Una virgen que renombra, posee y cuantifica el rito.
Colonizar, y desde la distancia, mirar de reojo aquella magia amenazante que pareciera se desborda y desvanece simultáneamente por los espinos y cactus.
En función, el cerro en sí no existe, sino que se manifiesta como un negativo programado; su despliegue en el entorno.
Filtrado y capitalizado predeterminadamente por una colonia ilustrada, se omite y duplica en una fotocopia mentirosa que, tangente, caminable y comercializable, abraza al vagabundo que alguna vez habitó dentro de él, -y al que ahora le es negada la entrada-para ofrecerle un supuesto similar.
Pero el cerro es torpe, bajo y redondo.
El cerro confronta y encara; no se da por sabido, y es así como enfrenta al municipio. Fragmentado, sólo se conoce por parcialidades, como operación sintética que, siniestra, deja un vacío oculto -al igual que aquel donde, en otro tiempo, se curó con agua sagrada-, que precisamente revela su verdad; el misterio que lo caracteriza, distingue e identifica.
El cerro no es sustituible, transformable, ni almacenable. Por más que se fuerce, no puede suministrar energía, porque lo es; una resguardada, temida y a la vez detenida. Manipulada y encubierta por falsa limpieza, juegos infantiles y finalmente la empresa.
Es entonces el cerro quien nomina, ordena e ironiza. Se ríe de tal fachada ritual descubierta, que propone la institución como magia.
1 Comments:
chi,y querí un comentario depsués de eso?
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