martes, abril 24, 2007


La apropiación de un centro corpóreo es fundamental.

(Previo)

Pareciera no tengo ombligo, inconclusa, estoy asexuada.

La sensación de despertar en casa ajena, y por un segundo, sentir relación ninguna con cualquiera alrededor.

Desequilibrios y desfortunas en un asumido lugar estático que conozco pero no tengo. Entre sábanas otras y zapatos pequeños, mi trenza está demasiado tirante, mis ojos blandos, la falda negra es larga y se engancha a los clavos de mi tacón.

(Medio día; calentamiento)

Pies paralelos, lo más importante: alinear el sacro con la coronilla.

Como una pequeña embarcación que debe tanto elevarse como enraizarse a la corriente, y en un punto medio, avanzar.

Cada movimiento es crucial, pues afecta exponencialmente la forma y punto de atraque final. Sólo hay instantes absolutos que se ramifican en canales azules, timones óseos, dedos y codos toreros.

Todo nuevo orden en una cirugía rigurosa y descabellada; con un alfiler oxidado, se rasga la piel, por hebras se extraen, aprietan y remodelan los músculos, para así, finalmente, devolverlos cubiertos en sal.

Como todo en la tabla; que se sienta, duela y guste simultáneamente.

A ratos, el ardor y mareo conducen a un descanso, mas cualquier desviación a puerto se opaca por las palmas y el sonido del viento que raja la tela a contratiempos, así callando ese sudor mudo que recuerda incesantemente un estado de deriva.

Caderas en línea con isquiones y pies.

Izo los brazos desencajando los hombros, y produciendo flujos desde el esternón correcto y entre costillas. Éstos desembocan en dos manos que se mueven como palomas.

Los ojos directos, precisos, el mentón abajo, mástil recto y largo.

Codos afuera, muñecas adentro; estirar rodillas, omóplatos colocados. Todo listo para zarpar en nueva línea.

Un cuerpo gitano, nómade, que leyendo otras suertes no es capaz de rastrear ruta propia.

En igual marea, con mismos giros en eje y constante llamada a tierra, mi trenza estrecha ya no tira, mi falda navegada no se arrastra y mis tacones como martillos agujeran el piso. La sábana de olor distinto es a instantes reconocida como ‘yo’; una puta digna y desprejuiciada.

No tengo certezas, solo viajes. No hay otro, sino espejos. No necesito lugar, porque tengo centro.

(12:30, clase de danza)

2 Comments:

Blogger Fegna said...

"La sensación de despertar en casa ajena, y por un segundo, sentir relación ninguna con cualquiera alrededor."


Últimamente ando sintiéndome así en casi todo momento, en mi propia cama al despertar sobre todo. Y me acuerdo de Andrew y la perdida de la sensación de hogar, de la idea de hogar... y es curioso como todo eso ocurre por culpa de una presencia (o carencia de presencia mejor dicho) ¿no?
En fin, cosas que pasan y pasarán. Cosas a superar.

11:27 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

te quiero mucho

a pesar de todo el tiempo y la distancia-

besos

9:03 p. m.  

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