lunes, mayo 28, 2007


(Mamá y yo dentro de un espacio y tiempo real indeterminado)

Mamá: … Y bueno, ¿sabías que tu bisabuelo era Benjamín Soto, no? Que cuando chico le decían Benjamín-sito, y cuando grande, Benjamín-soto.

Una sensación de sobremesa.

El placer de la satisfacción y el tiempo excedente para discutir inutilidades. Dentro de ese ‘no-lugar’, indefinible en la medida que no se identifica como específico, en la cotidianeidad de reconocer y dar por sentado un entorno, y al mismo tiempo estar tan cerca de él como para conceptualizarlo, aparece Benjamín-soto. Entre la conciencia y la inconciencia, la intuición y el intelecto, como espacio de sublimación mentirosa, puesto que burla la autonomía y comprensión absoluta; el simple juego de palabras, me engaña en su redundancia y familiaridad. Una broma ‘como vivida anteriormente’, pero que demasiado breve, clara y liviana, se diluye en el tiempo, apareciendo eternamente con la ingenua sensación de ‘falsa novedad’.

No hay advertencia o anunciación con respecto a la posible intervención de una anécdota con fines graciosos en la sobremesa; como una zancadilla –aquellas, bien intencionadas que no pretenden hacer caer- pareciera todo juega en ese suspenso distendido, en el aprovechamiento de tal fachada cotidiana y de relajo previo a la siesta, para la inserción de una pequeña tensión-intención.

Te ubican dentro del sistema y luego, con un plan predeterminado sólo conocido por el gestor, se acciona una movida que de tan transparente, redunda en sí misma produciendo aquella tierna risa de lo conocido, supuestamente predecible, pero que en su desarrollo, como receptor en vaga atención, no soy capaz de prenotar.

Funciona como la sorpresa, que sin establecerse como ‘sorprendente’, logra a cabalidad hacer tropezar y reír; por un lado de la propia ingenuidad -al no anteceder el fin del obvio cuento- y por otro, de satisfacción infantil -por hacer conciente y entender la trampa-adivinanza.

Esta acotada incógnita se muestra con tal transparencia, que pareciera esconde algo mayor tras ella, pero no. Es esa misma ligereza, análoga al entrono donde transcurre, la que se despliega como un momento de honesta y simple concreción absoluta.

Todo, desde un comienzo, alude a la niñez. Hay un traslado hacia un tiempo irreal impuesto por la narrativa de la historia y la madre contando un cuento de antaño. La impregnación de un “cuasi-había una vez” que es, de la misma forma, coherente con el vocabulario y lenguaje al que acude. El devenir ‘oto’ como devenir niño; aumentativo de libre e inconciente albedrío que, con la edad, es reemplazado por sinónimos institucionalizados y correctos. –A diferencia del devenir ‘ita’, diminutivo, que contrariamente pareciera ser directamente proporcional, tanto a la edad, como al rango socioeconómico.

Es precisamente en el desplazamiento a esa condición infantil –no pueril-, donde como sujeto me veo ubicada, la que permite aquella gracia y por consecuente su materialización; una simple y pequeña risa. Una risa niña, igualmente transparente que la historia, una risa promedio, sin por eso dejar de ser honesta, una no sobresaliente; aquel simple y escuchado gesto sonoro del que ríe y, se deja sorprender diariamente.

1 Comments:

Blogger mix said...

había una 4x4 tan grande que... wuahaha

11:52 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home