viernes, abril 27, 2007

tres faroles del paseo ahumada

Hay tres teatros; un sistema de relaciones que en lo virtual, revela como chisme una esencia. No simula y no miente conexiones, porque el teatro no trata de eso.

En 15 metros indefinidos, 1 metro diametralmente metálico e híbrido en su encargo, el tiempo es real y el espacio se manipula de manera cotidiana. Es honesto y consciente de su sistema de apariencias.

Hay tres teatros dentro de teatros; un farol de cilindro, un cilindro de columna y una columna de bunker.

Una luz podrida en el vacío que cree llenar tal estructura triple; luz caduca imposibilitada de salir. Los pequeños compartimientos cuadrados que se multiplican en la figura, están polarizados de tanto ignoro. Y los tubos de ensayos, huecos en esencia, se encuentran listos para ser sexuados, pero la energía rancia del vacío está demasiado plegada, ahogada y desvanecida a la vez. No hay modo de saber que tipo de experimento ocurre dentro de tal cilindro.

Columnas que no sostienen, que no contienen y no imponen. Demasiado bajas, incluso para verse entre gastados edificios grises. Columnas que, sobre baldosas sucias, están sólo bordeadas por adoquines, porque ellas, aparentemente oxidadas desde su gestación, no merecen estar en contacto con ese Santiago Centro de antaño. Aquél que no estaba enmudecido con el constante murmullo de la escalera mecánica, aquél desparasitado de farmacias, y aquél dónde no existía la música obligada en las aceras.

A 10 centímetros, el meado huele a galletas. Un supuesto orden en tres aureático, una santa trinidad urinaria y la falsa iluminación que devela lo siniestro tanto de la vainilla eyaculada e impregnada al hierro, como la combinación de la estación de un metro burdeo con el bunker color obispo:

“opus dei fascismo con crucifijo”


Su número tres da asco, su color infeccioso da asco, su militaridad, su religiosidad, su invisibilidad da asco; tal es el mensaje del acto anterior.

Industrias bélicas, que desde un subsuelo tan misteriosos como ellas, registran periscópicamente, tanto las miradas que desvían su presencia, como la contención simbólica para un canal disperso en puros papeles principales. Actores remachados y herméticos en su rol, independientes de una barrera en sí también cerrada.

Resignadas en su resistencia y fatigadas de su inutilidad, aparentan potencia, militan en la estaticidad y logran formar parte solamente de lo expelido, de lo inconsciente y artificial. Es así como el bunker funciona de testigo omnisciente de escenas y personajes conscientes de todo menos de su vigilia.

El ajeno y marginal, el fétido, indeseado e incómodo; sólo éstos, en su condición no actoral, de público, son capaces de eliminar la distancia juiciosa hacia el farol. No lo aspiran a columna o le aterran como a bunker, son quienes necesitan de él para validar su periferia.

La gente que pasea evita el tacto; teme a la infección, al tétano y el contagio de la escoria. El ser huecas, rugosas y rasgadas, lo sabe únicamente el meado, el ciego y la pintura aerosol. Así el primero, entre arcadas, busca la luz chocando inadvertido contra un fierro -porque ni su bastón es capaz de registrar esta estructura. La orina de un borracho se escurre marcando con su ácido los fundamentos de este cilindro, y el aerosol denuncia su inconformidad sobre un soporte institucional; una indirecta en tanto invisible, y aguda en cuanto peatonal.


Un teatro por tres iguales, por inutilidades, ciegos y olor a vainilla. Un teatro que en el centro, finalmente caricaturiza como farol-columna-bunker, la necesidad de tener algo que ignorar diariamente.

1 Comments:

Blogger meh said...

¿Qué son las tres columnas? Quedé muy perdida con tu relato, es intereante, me gusta la manera de narrar, pero siento que debo conocer cosas desde antes para poder entender tus relaciones/metáforas... Porfa ayúdame D:

1:35 a. m.  

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