viernes, junio 01, 2007


Agujero para el pulgar en la manga.

La Puta y el Vagabundo

Dedo que corta cabezas, el pulgar decisivo, delimitante, que entintado, ejerce el deber cívico como huella de una conciencia.
Dedo mayor indicial, penetra sobre las espaldas de un soporte estandarizado que conlleva aparente identidad cedular, como código único que finalmente particulariza el modo de singularización institucional.
Dedo que ejerce poder, resistencia y sometimiento.
El dedo de la protesta y el deseo. Un deseo contextual, un dedo de apariencias, un sistema de pequeñas hablas que conforman una lengua.


Manga sobre manga con el dedo descubierto.

La bailarina de 1920 en un simulacro al desnudo exhibe sus manos bajo trasparencias de-velo negro, desde el codo hasta los nudillos. Enganchado en el pulgar provoca y confronta aquella ley seca, la prohibición y dependencia de género. Viene con boquilla y cigarro, baila sola, vestido a las rodillas, zapatos altos y dedos que venden denuncia en su nitidez. Al costado del piano, fuerte el Charleston, copa en mano y curvas insinuadas, coquetea con su compañera, seduce al político y gira su palma. Exhala el humo y ofrece pulsión. El pulgar del voto, semi tapado, enjuiciando y provocando al caballero de terno que despliega asombro, apetito, y ley. Apunta con el índice, levanta el meñique, se insulta con el medio, pero es el pulgar acentuado en encajes, es el que potenciado, venga y emebelesa.

Ahí, en el desocultar del cuerpo y del dedo-poder, en la seducción y conciencia del ‘otro’, en la duda de la muestra, de la inutilidad de un doble objeto y en el límite -al igual que la manga-, la escoria y el excedente social -la puta- se pone aquel ‘guante’, aquella sobra que reafirma el desuso estatal, muestra su dedo y en él, reafirma su particularidad en una lucha colectiva. Un objeto prefabricado que, constante com imagen material, en su entorno y dentro de un sistema de apariencias, funciona como arma contra un régimen moral.

También desde la sobra; la nueva escoria, ahora económica -pestilente-, aparece el vagabundo antihéroe que confronta aquel olor a espíritu adolescente.
Mangas demasiado largas de un chaleco ‘otro’, perteneciente por apropiación, donde el dedo irrumpe irregularmente en el tejido. Un acto por insistencia, personal-artesanal, la huella del descuido preconcebido que en su ocultar, boicotea aquella indeseada identificación. Identidad de la que se escapa, y que se esconde bajo ropas ajenas -con otras vidas- ya que en esa ira al mundo, se odia también la propia particularidad. Y es también en aquel rasgar donde se posee aquella doble persona, un nombre difuso, un hombre sin casa.

El parecer indigente; chaleco de abuelita, pelo sucio, polera bajo camisa leñadora local, zapatillas blancas sucias, y jeans en descomposición.
El suicidio del grunge por la derrota en esa batalla inocentemente propia, pero que en su alteridad, recibió a todo diferente y se desenvolvió como masiva. La lucha interna de aquel (anti)héroe trágico; disonante y esquizofrénico, en un estado de conciencia-inocencia, prevé y calcula mostrar sólo lo necesario- pulgar entre hilachas- en cuanto acentuación de lo roto y mal elaborado como, contra-masa, contra-cultura, contra-moda. Inocencia en simple producción, utilidad y método. Conciente de una postura contraria, e inocente en su poder de arraigo y arrastre externo.

Apariencia acción; sigiloso trabajo de corte, de uña, a ojos cerrados y puro tacto. La constancia de la protesta en el tiempo, la aparición del dedo como marca personal que sobresale, desde la comodidad -por consecuencia de un exceso textil. Resultado oculto-desoculto que demuestra la tímida e indirecta molestia de un dedo desvalido, calloso y aquel desajuste personal, tanto en sí, como en su relación con el mundo; uno publicitario que invalida el silencio y violencia en la minoría.

Desde lo bajo, desde el conocimiento del estorbo, la manga con agujero se gesta en oposición. No busca identificación -si bien el dedo que devela lo significa- sino un fin. El pulgar humanitas que razona, decide y piensa; el dedo que sobresale de la contención como voz contestataria y a la vez como lengua estética, forma que en su proceso accionario se valida por el mismo sistema que repudia.

El dedo que irrumpe la manga; el cuerpo que se vende en exhibición, y aquel de mentirosa estrategia de desaparición. La tela que cubre en ajuste, que domina y se ve desbordada por el poder; las pretensiones de un pulgar y deseo estético-político.


1 Comments:

Blogger mix said...

Yo te capté la idea, igual que el cerro blanco...

10:19 p. m.  

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